Tras las huellas de las comunidades originarias
Investigadores del CONICET y de la Universidad Nacional de La Plata encontraron en el Delta del Paraná instrumentos de caza, vasijas y restos faunísticos, que amplían el conocimiento sobre el intercambio de materias primas, la dieta y la respuesta a las variaciones del clima por parte de las sociedades prehispánicas hace más de mil años.
Leandro Lacoa (Agencia CTyS)- El paisaje que hoy se puede apreciar a la vera de los ríos entrerrianos alojó a comunidades indígenas que, desde su asentamiento, modificaron para siempre la realidad de la zona. El estudio de un grupo de arqueólogos del CONICET y la Universidad Nacional de La Plata ilumina un pasado prehispánico que evidencia que no todo comenzó con la llegada de los españoles al Río de la Plata.
Desde hace cinco años, Mariano Bonomo y Gustavo Politis realizan excavaciones arqueológicas en las islas entrerrianas de los departamentos de Victoria, Diamante y Gualeguay. Allí han detectado más de 60 campamentos indígenas ocupados hace más de un milenio por los descendientes de los grupos étnicos que observaron los conquistadores, como los denominados “Chaná-Timbú”.
El disparador de la investigación fue la revisión de ideas previas basadas en las antiguas crónicas del siglo XVI, que contaban las experiencias de los europeos con los pueblos nativos y describían sociedades con agricultura y organización jerárquica, lo cual difería de la imagen de simples cazadores recolectores descripta en los libros de historia.
Ante la escasez de estudios en el Delta del Paraná, los arqueólogos de la UNLP decidieron buscar y estudiar los recursos líticos, es decir, las piedras con las cuales se fabricaron herramientas en el pasado. Para ello, analizaron las señales de intervención humana sobre las rocas, una tarea complicada que requiere estudios específicos y la colaboración de geólogos.
”En el Parque Nacional Pre- Delta y en Diamante, el equipo de investigación trabajó en un área de 16 metros cuadrados y sólo se pudieron conseguir cuatro artefactos”, advirtió a la Agencia CTyS, Mariano Bonomo, investigador del CONICET.
Sin embargo, con los 98 materiales extraídos de los 16 sitios arqueológicos analizados se pudo comprobar el contacto fluido y las redes de intercambio que existían entre diferentes grupos prehispánicos de distintos puntos del actual territorio argentino.
”Las materias primas líticas llegaban de lugares distantes, como por ejemplo de las Sierras de Córdoba, por donde es probable que haya arribado el cobre cordillerano encontrado en algunos entierros humanos de la Mesopotamia”, destacó el especialista.
Una dieta balanceada
A partir del estudio microscópico de las vasijas, los científicos llegaron a la conclusión de que las comunidades tenían una alimentación diversa, lo que rompe con el mito del nomadismo errático que domina las crónicas españolas posteriores al siglo XVI.
Aunque un gran número de indígenas eran cazadores recolectores, como es el caso de los querandíes, también abundaban en el nordeste, incluso antes del primer asentamiento hispánico en territorio argentino, grupos que se dedicaban a la horticultura y tenían asentamientos relativamente estables en el Delta del Paraná.
”Se trata de una evidencia que no se tenía hasta ahora y, como no hay registros de otros grupos indígenas dedicados a la agricultura más al sur de las islas del delta, podemos afirmar que allí se encuentra el límite meridional de la práctica del cultivo amerindio en el este de Sudamérica”, aclaró Bonomo.
Según lo precisó la investigación, los cultivos que preferían los grupos mesopotámicos eran el maíz, los porotos y los zapallos, aunque también se hallaron almidones de algarrobo, lo que indica que también se consumían plantas silvestres, aun cuando no se conservaron más que estas pequeñas partículas vegetales.
En algunos de estos sitios no se han encontrado huesos de la fauna que consumían, por lo que los arqueólogos no siempre pueden determinar los animales que formaban parte de la dieta de las comunidades. Sin embargo, en algunos sitios se han verificado restos de nutria, peces, ciervos y almejas de agua dulce que serían los principales alimentos de origen animal.
La lucha contra las inundaciones
El estudio determinó que los humanos se asentaron en el Delta del Paraná luego de que se retiró el mar que había ascendido varios metros hace más de 6000 años y dejó bajo el agua a gran parte de la costa y llanura de Argentina, Uruguay y Brasil.
Para mantenerse a salvo de las crecidas de los ríos por las precipitaciones excesivas, los indígenas litoraleños construyeron grandes montículos de tierra, denominados cerritos, que les permitían elevar el nivel de la superficie del terreno.
Bonomo describió: “Los montículos construidos por los indígenas contenían restos de vasijas, piedras y hasta huesos. Llegaban a tener tres metros de altura y una superficie que, en algunos casos, alcanzaba los 3 mil metros cuadrados”.
En la actualidad, estas construcciones de tierra siguen siendo utilizadas por los pobladores de las islas del delta, quienes imitan las técnicas tradicionales y construyen montículos a la usanza indígena para la práctica de la ganadería y la apicultura.