Ser o no ser, esa es la cuestión
Cuando la gente percibe “cambios imprevistos, vertiginosos y relativamente amenazantes” tiene que explicarlos, y lo hace en términos de “valores morales”. Este proceso de construcción de la identidad colectiva es estudiado por una novedosa área de las Ciencias Sociales. El antropólogo Gabriel Noel, uno de sus referentes, le contó a la Agencia CTyS más sobre esta disciplina.
Javier D`Alessandro (Agencia CTyS) - ¿Cómo reaccionaría una persona si su hija trae un novio boliviano o si a su barrio se mudan un montón de paraguayos? ¿Qué dirán los habitantes de una ciudad ante el crecimiento inmobiliario? ¿Cómo se consideran a sí mismos los incluidos y los excluidos?
Estás y muchas otras preguntas se formulan en un área poco explorada y en creciente ascenso de las Ciencias Sociales, conocida como Antropología de las Moralidades, que se encarga del estudio de la utilización de los repertorios morales en el proceso de construcción de la identidad colectiva.
“La identidad colectiva no es preexistente a las personas, sino que no se construye hasta que no se necesita”, explica Gabriel Noel, antropólogo y Dr. en Ciencias Sociales, y director del programa de Antropología de las Moralidades del Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) de la Universidad Nacional de San Martín.
Desde hace más de 10 años, Noel analiza las categorías morales que construyen las personas para diferenciarse unas de otras, y trabajó en diversos ámbitos de estudio, siempre estudiando situaciones conflictivas.
“Cuando la gente percibe cambios imprevistos, vertiginosos y relativamente amenazantes tiene que explicarlos; esto es algo específicamente del orden de lo humano, y en esas explicaciones se mueven valores morales”, destaca Noel.
El principal problema metodológico para evaluar criterios morales es, justamente, metodológico porque es muy difícil para una persona reponer sus propias coordenadas morales. “Es como querer construir una investigación sobre racismo preguntándole a la gente si es racista o no; nadie te va a decir que es racista”, grafica.
“Por eso, en la lógica del conflicto, indagando cómo reaccionaría una persona si su hija trae un novio boliviano o si a su barrio se mudan un montón de paraguayos, consigo una aproximación más compleja y concreta a la utilización de categorías morales, por ejemplo, en relación al racismo”, expone el investigador.
Tandil: el terror de la inseguridad
En el año 2002, Noel comenzó su trabajo doctoral en Tandil, en el marco de una investigación sobre delito y violencia, dirigida por el reconocido antropólogo Daniel Míguez.
“Era terreno fértil para indagar sobre criterios morales porque la población, que se percibía a sí misma como pacífica y ‘segura’, sentía que estaba atravesando una ola delictiva, lo cual en términos objetivos no era cierto; en cinco años tuvieron la misma cantidad de delitos que una localidad del conurbano en dos horas”, acota.
Allí, enfocó su trabajo al análisis de la escuela y del barrio, y cómo se representan uno a otro recíprocamente. Ese primer acopio de información derivó en la obra principal del investigador, un análisis sobre las “versiones de la violencia” en escuelas primarias públicas de barrios populares del conurbano bonaerense.
En esa investigación, Noel estudió cómo los docentes y los alumnos utilizan sus repertorios morales para calificar las situaciones cotidianas como violentas o no violentas, y las diferencias de criterio entre ellos.
Guardianes del paraíso
Noel también trabajó en dos localidades de la Costa Atlántica bonaerense. “En Villa Gessell y Mar de las Pampas encontré un río revuelto, un momento particularmente crítico en el cual se están dando una serie de discusiones muy interesantes sobre la identidad del ser colectivo”, cuenta.
Estos conflictos están motorizados por el crecimiento demográfico que experimentaron en la zona, el cual es percibido como una amenaza por la población local. “A esa amenaza había que ponerle caracteres reconocibles; si estamos ante una amenaza, la pregunta es quién nos amenaza y qué es lo que está amenazado. Mi trabajo es recoger y analizar los modos de los distintos actores sociales por responder a esa clase de preguntas”, expresa.
En el caso de Villa Gessell - la investigación que está más avanzada- Noel rescató algunos discursos preponderantes para legitimar la pertenencia: la mayoría de los pobladores que se dicen ‘auténticamente gessellinos’ reivindican la “ética del trabajo” y sustentan su pertenencia en que ellos son los que “construyeron la ciudad”, por lo que se reivindican como los legítimos pobladores de la ciudad.
El análisis de este discurso permite identificar lo que Noel definió como “frontera inferior de la respetabilidad”. Debajo de esta frontera estarían los que aparecen como responsables del deterioro de la cualidad moral de Villa Gessell.
“Estos serían, según dicen los pobladores, sectores pobres del conurbano bonaerense que se han establecido en la ciudad para, según los típicos prejuicios de los sectores medios para con los sectores populares, vivir del Estado y del clientelismo político”, repone.
“Obviamente, esta ‘frontera’ es muy porosa y muy difícil de patrullar, porque las diferencias entre los últimos de los respetables y los primeros de los que, supuestamente, no lo son, son muy tenues”, aclara el investigador.
Por otro lado, en Mar de las Pampas, la situación es similar, pero la discusión se centra en el desarrollo inmobiliario que atenta contra el paisaje natural que caracterizó al lugar durante muchos años.
“Existe una discusión identitaria similar a la de Villa Gessell, aunque aquí la amenaza no son ‘los negros del conurbano’ sino ‘el poder económico y sus aliados del poder político’, que buscan transformar una especie de paraíso comunitario, un bosque idílico, en un shopping”, condensa Noel.