Mamás y bebés también hacen terapia
Se trata de una novedosa rama de la psicología que estudia, diagnostica y previene situaciones problemáticas en la construcción psicológica de la relación entre el recién nacido y su familia.
Agencia CTyS (Javier D’Alessandro) - Desde que la ciencia aceptó que el embarazo no es sólo biológico, sino también psicológico y social, aparecieron nuevas disciplinas que abordan diversos aspectos de la salud de la madre y del niño.
Una de estas es la psicología perinatal, especialidad que tuvo un enorme crecimiento en la última década, y que se ocupa del proceso psicológico del embarazo, parto, puerperio y los tres primeros años de vida del niño.
“Nuestro objetivo es propiciar un embarazo sano y el sano desarrollo del vínculo entre la mamá, el papá y el bebé después del nacimiento”, explica Soledad Santos, Doctora en Psicología y Becaria del Conicet en el Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Psicología Matemática y Experimental (Ciipme).
Desde hace 20 años, el equipo de Psicología Perinatal del Ciipme investiga esta nueva área y, después de duros años de trabajo, hoy la presenta como una rama de la psicología que aporta un nuevo y particular enfoque respecto de los cuidados a la mamá y el bebé durante el proceso del nacimiento.
“La psicología perinatal tiene una mirada particular que trabaja el vínculo entre la mamá y el bebé como una unidad dentro de un contexto familiar, lo que significa que no trabajamos con un paciente, sino que trabajamos con el vínculo con este bebé”, sintetiza Santos.
Un momento para toda la vida
“Todas las corrientes psicológicas aceptan que la relación temprana con la madre es fundamental para el desarrollo y crecimiento sano de un niño”, resume la investigadora, y agrega que “la construcción de la aparato psicológico es un fenómeno muy complejo”.
Como manifiesta la especialista, “la psiquis se empieza a formar en la relación del bebé con su mamá y su familia, y las primeras interacciones son etapas críticas y sumamente importantes para la estructuración psíquica”.
“Lo que hacemos es implementar dispositivos para detectar las dificultades e intervenir preventivamente para favorecer el progreso sano del embarazo, parto-nacimiento y la vinculación temprana”, expresa.
Si bien los casos en que uno o ambos padres han muerto o están ausentes no es su área de investigación, Santos aclara que cuando habla de madre o padre, no se refiere a los roles biológicos, sino a “quienes realicen la funciones materna y paterna, y provean al bebé de cuidados afectivos que requiere”.
“Puede ser una madre, una abuela, una tía o una madre adoptiva y con el padre ocurre lo mismo”, analiza y respecto de este último considera que “también es protagonista, tiene un rol muy importante de sostén emocional”.
Amor en la incubadora
Santos realizó uno de los últimos aportes en la investigación: desarrolló un novedoso instrumento de observación del vínculo madre-bebé internado que permita detectar situaciones vinculares problemáticas, lo que significa un importante avance en el estudio empírico de la disciplina.
“Si el bebé nace sano va con su mamá a una sala conjunta y el vínculo se da en la intimidad. En cambio, si es internado en una terapia intensiva neonatal, se relacionan con la presencia e intervención permanente de enfermeros y médicos, en un ambiente tecnológico alejado de lo familiar y conocido”, expone.
En este momento tan paticular es cuando la escala entra en operación, y observa las conductas de interacción entre la mamá y el bebé que está en la incubadora. “El objetivo es detectar qué mamás y qué bebés tienen dificultades para vincularse y poder hacer una intervención oportuna”, revela.
La escala se basa en la observación de seis funciones vinculares que son: la función visual, la verbal, la postural, la corporal, la función de acercamiento y la de contacto con la incubadora, que pueden partir de la mamá y tener una respuesta del bebé o viceversa.
Sin la necesidad de costosa tecnología, y de un modo rápido y simple, la observación de 21 ítems divididos entre los seis registros de contacto referidos, la escala permite identificar situaciones vinculares adecuadas, poco adecuadas, o no adecuadas.
La situación de la disciplina
Actualmente, en todos los hospitales hay un neonatólogo, un asistente social, y un obstetra y, si bien los estudios del Ciipme se encuentran en un nivel de avance importante, en instancias prácticas, el cargo de psicólogo perinatal en hospitales públicos aún no existe como tal.
El equipo que dirige Alicia Oiberman, pionera en la disciplina, trabaja en cuatro hospitales del área metropolitana: el Ana Goitía, la Fundación Hospitalaria, el Hospital Meléndez y el Naval, en el marco de un programa de extensión de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
“Después hay profesionales otros hospitales públicos y en clínicas privadas, pero la figura del psicólogo perinatal no está instalada”, observa la académica y agrega: “Estamos trabajando para que dentro del plantel médico estable también haya un profesional especializado en el abordaje de estas temáticas”.
La modalidad de trabajo propuesta por el equipo consiste en una guardia diurna psicológica que acompaña a la guardia obstétrica y neonatal, lo que permite que los especialistas se inserten en distintas áreas de la salud materno-infantil.
Así, en obstetricia, pre-parto, parto y cesáreas, y en las salas de internación conjunta, la unidad de cuidados intensivos neonatales y en los consultorios pediátricos de niños sanos y de niños de alto riesgo, existe un plantel estable de psicólogas perinatales que trabajan junto al equipo de médicos tradicional.
Dentro del ámbito académico, la situación es similar. El grupo dirigido por Oiberman preside la primera cátedra de psicología perinatal como materia de grado, en la carrera de Psicología en la UBA.
“Durante la carrera, los estudiantes realizan prácticas obligatorias, entre las que tienen distintas opciones. Una de las prácticas es psicología perinatal”, resume Santos.