Volver al futuro… de la ciencia argentina
En el Día Internacional de los Museos, Guadalupe Díaz Costanzo, directora del Centro Cultural de la Ciencia, reflexiona sobre el trabajo que conlleva la difusión de la cultura científica y los desafíos de la institución, creada exclusivamente para facilitar su acceso a toda la sociedad.
Marianela Ríos (Agencia CTyS-UNLaM)- En el imaginario social, los museos son, muchas veces, como viajes en el tiempo. Lugares donde se pueden encontrar especies que ya no existen, obras de arte famosas u objetos con cientos de años. Pero ¿qué pasaría si la propuesta fuera al revés? ¿Si en vez de mirar hacia el pasado, se pudiera hacerlo hacia el futuro? El Centro Cultural de la Ciencia (C3) es un museo interactivo que nació en 2015, con el objetivo de popularizar el acceso al mundo de la investigación, en el marco de un fortalecimiento de las políticas públicas del sistema científico tecnológico. La apuesta fue sentar las bases que permitan volver a proyectar a futuro. El C3 propone esa aventura: conocer la ciencia hoy para pensar en el mañana.
“Entrá con la mente abierta” se puede leer en una de las pantallas que se encuentran en el hall de ingreso. Y sí, la percepción es una parte fundamental de las actividades que desde allí se promueven. Para Guadalupe Díaz Costanzo, directora de Desarrollo de Museos, Exposiciones y Ferias que tiene a su cargo el C3, dicha institución “es un punto de encuentro donde está la posibilidad, para todas las personas, de vivir experiencias vinculadas con la ciencia”. “Pueden ser desde interactivas hasta un taller, un curso o conocer a un científico o científica”, destaca en diálogo con Agencia CTyS-UNLaM.
El C3 depende del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación y está ubicado en el Polo Científico Tecnológico de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en pleno Palermo, integrado también por las oficinas del CONICET, de la propia cartera y varios institutos científicos. No es casual, así fue pensado desde el primer día. “Es inédito en el país que haya un polo científico y tecnológico de estas características, donde conviven la comunidad científica y la sociedad. Por eso, venir al C3 es vivir ciencia en un sentido más amplio”, considera su directora.
La ciencia está en todos lados, pero, para encontrarla, es necesario conocerla. Por eso, el objetivo principal de esta institución es favorecer oportunidades de exploración de la cultura científica. “La ciudadanía está cada vez más involucrada en cuestiones atravesadas por los temas de este ámbito. Y eso es cada vez más necesario: dar lugar a más voces para discutir los temas de hoy que, sobre todo, nos importan para pensar en nuestro futuro. No puede dividirse este aspecto del desarrollo tecnológico de la planificación de un país como lo concebimos”, analiza Díaz Constanzo.
Ojos que ven, corazón que siente
Si hay algo que une a la ciencia con el arte es la curiosidad. Descubrir rimas o perfectos enlaces armónicos pueden compararse a las horas de exploración frente a un microscopio o durante el trabajo de campo. Conjugar ambos lenguajes fue una estrategia que desde el C3 no dudaron en tomar. Su motivación podría describirse como ver para creer pero, también, para sentir.
“Nos paramos sobre la idea de generar distintas instancias de participación, pero jugando con las múltiples posibilidades. Creemos que es muy importante habilitar esos diálogos con distintos sectores que nos ayuden a pensar la ciencia. Y es a partir de esos caminos en común con el arte que aparecen ciclos de literatura y música”, explica Díaz Costanzo, quién también es doctora en Física.
Actualmente, el C3 recibe, de forma gratuita, a más de dos mil personas por día, los viernes, sábados y domingos. “Lugar a dudas” es su muestra permanente, el proyecto inspirador que dio origen al C3, y que atraviesa tres ejes: el Tiempo, el Azar y la Información. Las familias ingresan a cada sala atraídos por los colores y las figuras. La interacción es constante. La entrada al Tiempo es un cine, la del Azar, un casino y la de la Información es una representación de la Cueva de las Manos, el famoso sitio arqueológico de Santa Cruz reconocido por sus pinturas rupestres.
Durante la semana, las puertas se abren para las escuelas y se pueden ver chicos y adolescentes sentados en ronda, escuchando a los guías o -como los define su directora- los mediadores culturales. “Son un equipo de casi 60 estudiantes de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, la Universidad Nacional de Quilmes y de Tres de Febrero, que, durante dos años, van rotando y estudiando con nosotros sobre la educación de la ciencia en museos y los contenidos estrictamente científicos. Son ellos que, con mucho compromiso, hacen que la experiencia del C3 sea tan buena”, subraya.
Con la ciencia en la valija
A lo largo y ancho del país se producen conocimientos de todo tipo. Grupos de investigación de cada provincia cosechan federalidad con sus aportes. Sin embargo, fomentar ese vínculo con el interior del país es un desafío permanente que desde la gestión nacional buscan fortalecer, y el Centro no está exento de ello. “Desde que se empezó a pensar el C3, siempre nos imaginamos que iba a tener exposiciones itinerantes. Este año, con la posibilidad de volver al encuentro, y como un pedido del MINCyT que acompañamos, volvimos a trabajar mucho con las provincias y eso nos pone muy contentos”, asegura.
Muestra de este trabajo colaborativo es el nuevo Ecocentro Puerto Madryn, un espacio de encuentro y reflexión inspirado en el Mar Patagónico, que se encuentra pronto a su reapertura. Allí se montará, de manera permanente, una réplica de la actual exposición temporaria del C3 “Océano. Volverse azul”. “El comité directivo la eligió, lo cual nos llena de alegría porque es una iniciativa muy federal que tiene muchas miradas”, resalta.
Recientemente, esta exposición, que en el Centro ocupa 450 metros cuadrados e invita a conocer más sobre el océano y su relación con el cambio climático, la contaminación, la biodiversidad y la dimensión humana, fue reconocida por la UNESCO como parte de las iniciativas de la Década del Océano. “ Nos está trayendo muchas satisfacciones, nos la están pidiendo desde muchas provincias, así que estamos armando ese plan. La primera parada que ya tenemos confirmada es en Tecnópolis, en el mes de julio de este año”, precisa.
En un país con dimensiones tan extensas, la tarea de poner en contacto la ciencia con todos sus puntos no solo implica llevarla hacia las personas, sino también traerlas hacia ella. En ese sentido, se encuentran trabajando con el gobierno bonaerense y el Organismo Provincial de Integración Social y Urbana (OPISU), para que niños de barrios populares de la provincia de Buenos Aires visiten el Centro Cultural.
“Sabemos que no todas las personas tienen la posibilidad de acceder al C3 por las distancias pero también por las barreras simbólicas. Desafortunadamente, la ciencia no pertenece a todos por igual y es parte de nuestra responsabilidad poner a disposición todo lo que tenemos para achicar esas diferencias y que se pueda ejercer de manera concreta el derecho de acceder y participar de estas experiencias”, sostiene Díaz Costanzo.
Para su directora, la federalización es un “desafío constante”, pero también existen retos internos que se ponen a prueba y exigen una mirada metodológica, que, como científicos, aplican con claridad. “Tratamos de ser bastantes críticos con lo que hacemos. Vamos probando, medimos y, en función de eso, vemos para dónde seguir. Creo que tenemos que seguir abriéndonos todavía más a la comunidad científica para que pueda usar todo lo que ofrece el C3. Sin dudas, eso es algo en lo que queremos seguir creciendo”, reflexiona.